En su momento álgido hubo quien no dudó en denominarla «la pornstar perfecta», no porque tuviese el mejor físico y fuese la más guarra, sino por una extremadamente precisa conjunción de todas las facetas que se le suponen a una actriz porno, un equilibrio asombroso entre inocencia, morbo, actitud, cuerpo, artificio, belleza y personalidad que caracterizaban a Kagney Linn Karter como una de las grandes sensaciones del circuito yanqui. Dos años después de subir a la cresta sigue dando guerra, quizá con menos popularidad, pero con un nivelazo pornográfico de primerísima categoría.
Vuelve Kagney Linn Karter, otra hija del capital
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