Hay fiestas, y luego está lo que Sativo Boss llama Trance SW, en Ciudad de México. No es solo un evento, es un viaje: un descenso a las profundidades de la sensualidad, el fuego y la liberación absoluta. Un espacio donde la música no es solo un sonido, sino un latido que guía cuerpos desnudos, mentes abiertas y almas en llamas. Y no, no es solo por el trance musical, sino por ese estado de conciencia alterada, ese éxtasis colectivo que te hace sentir vivo, sucio y libre al mismo tiempo.
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La noche que decidí sumergirme en este infierno terrenal, no sabía bien qué esperar. Sabía que Sativo Boss, el creador de contenido y maestro de ceremonias, tenía una reputación que precedía su nombre. Un tipo que entiende la sensualidad no como algo delicado, sino como algo visceral, crudo y, a veces, incluso nasty. Pero nada me preparó para lo que viví.
El lugar era underground, como debe ser. Un espacio que olía a sudor, cera derretida y deseo. Las luces parpadeaban al ritmo de una música que parecía salir de las entrañas de la tierra. Y entonces comenzó el performance. Cuerpos desnudos, pintados con sombras y reflejos de llamas, se movían como si estuvieran poseídos por algo más grande que ellos. El fuego danzaba alrededor, creando un contraste entre la luz y la oscuridad, entre el placer y el dolor. Era como ver el infierno en la tierra, pero un infierno al que querrías pertenecer.
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No sé cuánto tiempo duró el acto. El tiempo pierde sentido cuando estás en ese estado de trance. Lo que sí recuerdo es que, cuando terminó, algo en mí había cambiado. No podía pensar, solo actuar. Me encontré en medio de una decena de parejas, todas moviéndose al mismo ritmo, todas conectadas por esa energía primitiva que había liberado. Follé como un animal, sin preocuparme por nada más que el momento. No había juicios, no había inhibiciones, solo cuerpos y deseos entrelazados.
No sé qué pasó después. No sé si hubo más performances, más fuego, más música. Lo que sí sé es que esa noche fue una de esas experiencias que te marcan, que te recuerdan que el sexo no es solo un acto, sino una puerta a estados de conciencia que pocos se atreven a explorar.
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Trance SW no organiza fiestas, crea rituales. Y si tienes la suerte de ser parte de uno, prepárate para dejar atrás quien creías que eras y convertirte en algo más. Algo salvaje, algo libre, algo que solo existe en ese espacio entre el éxtasis y el caos.
Así que, si alguna vez tienes la oportunidad de vivir un Trance SW, no lo pienses dos veces. Adéntrate en el infierno, déjate llevar por el fuego y folla como si no hubiera un mañana. Porque, en realidad, en ese momento, no lo hay.
Vive la experiencia. Vive eso que no muchos pueden experimentar.
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