Los reality shows convencionales apestan, más aún cuando esta especie de experimento sociológico se ha repetido hasta la saciedad y solo aglutina a gente muy mediocre con la única aspiración de salir en la caja tonta. Ahora bien, hay variantes mucho más interesantes, como los reality shows porno, donde el deseo sexual y el libertinaje campan a sus anchas, dejando momentos memorables en la pantalla de los telespectadores.